Pasó poquito más de una semana y todavía cuando me pongo a pensar, se me invade el pecho de ternura por un instante, todo fresco y puro como en ese momento.
Eramos dos a la espera. Uno dormía, el otro divagaba...
Y mientras lo tenía entre mis brazos lo miraba con ganas de transmitirle todo lo que me hacía sentir viéndolo tan inocente e indefenso. Se despertó y eramos uno, recibió cada pensamiento mío y el sólo hecho de saber que confío en mí me llenó el alma.
Indescriptible. La realidad golpea duro, a veces, otras nos dá un respiro y con simplezas nos renueva el corazón casi por completo.
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